Ilusión mato mi consciencia. Por Guillermo Plaza Escribano

Guillermo Plaza Escribano. Abogado en Agut & Plaza

Nunca había pensado en crear un despacho, la independencia, y crear mi propio despacho me llamo. Introducir automatizaciones en la gestión e intentar dar un trato personalizado era el reto.

Todo se inició con un pequeño pero completo plan de viabilidad que estableció los elementos esenciales de un proyecto.

En este plan se debe contestar a preguntas importantes como ¿Qué?, ¿Dónde?, ¿Por qué? ¿Cuándo? y ¿Cómo?; el corazón frente a estructura.

La disciplina de trabajo, las metas a corto, medio y largo plazo ayudaron a evitar cualquier tipo de frustraciones y mantenerme motivado.

La ilusión cegaba las críticas, animaba el corazón y obviaba los problemas.

Los tres pilares del proyecto fueron formación, marca personal y publicidad, y organización y gestión del tiempo.

• Formación

Debía ser bueno en lo que hacía y para eso debía tener formación y experiencia, y la experiencia solo la podría suplir con más formación, especializándome y siendo de los mejores en las materias que quisiese llevar. Sin eso era un profesional vulnerable.

• Marca Personal y publicidad

Mis debilidades serían mis fortalezas, era joven, desconocido y empezaba de cero, debía de tener un espacio que aportase seguridad al cliente, y tenía que captar clientes, y para ello inicie varios sistemas de captación:

Publicidad en páginas amarillas, el Google de ahora.

Realice un listado de todas las personas que conocía tanto yo como mi entorno para explicar a lo que me dedicaba, fue una época de repartir tarjetas, de hablar, de café, de venderme…

Los cursos que realizaba me daban contactos e imagen.

La imagen, el boca a boca como elemento esencial de la comunicación a largo plazo, el denominado ahora Brand awareness.

• Organización y Gestión del Tiempo

Necesitaba organizar todo para poder sacar adelante el proyecto. Para obtener formación, poder pagar publicidad y mantener mi despacho también necesitaba otro elemento esencial: el dinero y en consecuencia tenía que buscar fuentes de ingresos.

Los ingresos por mi labor como abogado el primer año presupuestados rozaban lo ridículo, por lo que opte por la vía fácil, madrugar y trabajar de 6 a 10 de la mañana, estos ingresos me servían para mantener los gastos de despacho y publicidad, así como pagar la habitación del piso que compartía con otros dos amigos.

Por las tardes asistía a un título superior de mediación familiar y derecho de familia, y entre medias analizaba sentencias para una empresa burgalesa, esto no era suficiente por lo que tuve que pedir algo de dinero prestado que con orgullo fui devolviendo.

Cada llamada al teléfono del despacho era crucial, el trato esencial, el resultado vital, eso me obligaba a buscar la excelencia.

Pero el proyecto era a cinco años y la frustración por perder, por no captar, o por ver que cada vez necesitaba más formación no podía marcar mi camino. Me movía la idea de que con cada paso se hacía camino, que todo era una partida iniciada del Age of Empires y que para llegar a algo grande tenía que conseguirlo a través de unos buenos cimientos.

He aprendido de la autocrítica, de mis fracasos y de las victorias, unos para corregir otros para mejorar y de los dos para no confiarme. La persistencia movida por la ilusión fue uno de los valores esenciales; caí en la arrogancia provocando el exceso de confianza y por ende mi debilidad, pero aprendí que esta profesión pronto te pone en tu sitio.

Sí aceptas el desafío de crear tu propio despacho iniciaras una enorme aventura en la que tendrás pruebas diariamente, donde pondrás al límite tus capacidades, tendrás alegrías, pero recordaras las penas, donde tu esfuerzo y el resultado de este será puesto en duda por ti y por los que te rodean constantemente.

Solo si tu ilusión empaña la consciencia, solo si decides que el miedo es menos importante que la profesión, solo si la persistencia, disciplina y animo te acompañan podrás conseguir este objetivo, y si no, igual también.